jueves, 31 de enero de 2008

Mito de Santa Elena

LOS GIGANTES DE SUMPA


Versión de Rafael Díaz Icaza







En tiempos muy lejanos, tan distantes que ni el más viejo de los narradores de cuentos y leyendas podría precisar, había en la población de Sumpa (lo que hoy es el cantón de Santa Elena) una especie de rey o cacique, muy admirado y respetado por su valentía y talento, a quien llamaban TUMBE.


Dicen las leyendas, que inmediatamente acabado el Diluvio Universal, llegaron a Sumpa algunos de los primeros hombres que repoblaron la Tierra. Y como la encontraron buena para la vida humana y pródiga para la agricultura y pesca, se establecieron desde la orilla del mar, hasta bien avanzado el interior.

Tumbe tenía dos hijos, Quitumbe y Otoya. Como era un gobernante emprendedor y ambicioso, envió en expedición a Quitumbe, con el encargo de descubrir nuevas tierras y añadirlas a su reino. Y Quitumbe las descubrió, tanto al norte, como al sur. Fundó el pueblo de Tumbes y puso los cimientos de algunas ciudades importantes como la que después sería la bella Quito.




Catari, un antiguo narrador de historias, de esos que antes de la llegada de los españoles eran llamados quipucamayos, afirmaba que Quitumbe dejó un descendiente llamado Guayanay, padre de Atau, quien a su vez engendró a Manco Capac, primer monarca del Perú.

A la muerte de Tumbe, le sucedió en el mando su hijo segundo: Otoya, valiente y esforzado, pero cruel, además de aficionado a las bebidas alcohólicas y otros vicios. Fueron tantos sus abusos y maldades, que un grupo de sumpeños descontentos se unieron secretamente para darle muerte y así librar a Sumpa del tirano. Mas, Otoya fue alertado a tiempo y tomó venganza de sus enemigos, quitándoles la vida.

Un día sorprendió a Otoya un grupo de aborígenes con noticias inquietantes, habían divisado en el mar, cerca de las costas, una inmensa balsa. La tripulaban sujetos de tamaño descomunal; tan grande como dioses o demonios. El más corpulento de los sumpeños apenas alcanzaría a llegar a sus rodillas. Sus cabezas eran de tamaño de hombres pequeños. Sus bocas parecían aberturas de toneles. Tupidas selvas de cabello colgaban a sus espaldas. Cada brazo parecía un largo arbusto o una boa. Los ojos eran saltones y rojizos. En sus orejas podían caber pequeños gatos.







Vinieron de muy lejos. Y al llegar a la playa, se tendieron cuan largos eran a descansar. Sus poderosos ronquidos, ladrantes, pitantes, raspantes y rugientes, parecían una tempestad marina.

Tras descansar algunas horas, acarrearon leña arrancando de raíz arbustos y matorrales. De dos zancadas cazaron decenas de llamas, las asaron al fuego y las engulleron hasta quedar satisfechos. A prudente distancia y ocultos, temblando de terror, seguían sus movimientos los sumpeños.

En un pequeño cerro de amplia plataforma, ubicado cerca de lo que hoy es el balneario de Salinas, establecieron los gigantes su residencia, en una especie de fortaleza hecha con piedra de la zona. Desde allí partían en periódicas excursiones que arrasaban cuanto hallaban al paso: hombres, rebaños, sembríos, viviendas, todo desaparecía bajo sus plantas. Un día invadieron la residencia del cruel Otoya y le quitaron la vida.






Vista de playa Los frailes, Machalilla Ecuador


Varias veces hicieron frente los valerosos sumpeños a los gigantes. Pero fue vano sacrificio; equivalía a pelear armado con una aguja frente a alguien que llevaba una espada o una lanza.

Esos actos valientes terminaron siempre en desbandada despavorida de los naturales. En respuesta aquella resistencia, los gigantes aumentaron su crueldad. Disgregaron a los sumpeños, obligándolos a esconderse en la montaña o en cuevas conocidas únicamente por ellos.

Y fueron tantos los crímenes de los gigantes llegados a Sumpa de quien sabe que remotas tierras. Y fueron tantos los clamores de los sumpeños, que Pachacámac, el dios a quien veneraban, amaban y temían, envió a un emisario con el encargo de salvarlos.

Vino éste armado de una flecha incandescente, con la que liquidó a los invasores. De los gigantes grandes como casas y crueles como fieras, quedaron únicamente huesos calcinados, que fueron cubiertos por la tierra. Osamentas que en diversas oportunidades han sido descubiertas por arqueólogos y atribuidas a animales que habitaron el planeta antes del Diluvio.



Con aquel acto de justicia de Pachacámac, los sumpeños recobraron su tierra y la felicidad.

lunes, 21 de enero de 2008

MITOS DE HÉROES FUNDADORES


El MITO DE QUITUMBE


Pío Jaramillo Alvarado, basado en Anello de Olliva




Vista satelital de la isla Puna (Golfo de Guayaquil)



Después del diluvio universal, las emigraciones lle­garon por el mar al continente y uno de estos pue­blos nómadas se estableció en lo que ahora es Vene­zuela y fundó Caracas. De estos pobladores, algunos pasaron a Sumpa, que es aquel paraje que ahora llaman los españoles la Punta de Santa Elena, donde tuvieron una gran población, siendo el principal de ellos un cacique llamado Tumbe o Tumba, que con su buena industria y gobierno mantuvo su gente en paz y justicia. Este capitán despachó gente a descubrir tierras, pero jamás volvió a saber de esta expedición y con este pesar murió, dejando dos hijos, Quitumbe y Otoya.




Gigante de Sumpa


El primero fundó un pueblo llamado "Tumbez" en memoria de su padre y el se­gundo fue hecho prisionero de unos gigantes que apa­recieron en las costas ecuatoriales y murió en poder de estos enemigos. Temeroso de los gigantes, Quitum­be buscó refugio en una isla que llamó "PUNA"; pero viendo que era tierra seca y no llovía, mudó de temple y suelo y se fue a la sierra de Quitu, donde pobló un pueblo de su nombre. Cuando Quitumbe partió a la sierra dejó abandonada a su mujer Llira, preñada, y llegando el tiempo, de su parto parió un infante muy bello a quien su madre llamó GUA-YANAY que quiere decir golondrina. La suerte de GUAYANAY fue muy desigual y la fábula intervie­ne en los sucesos de su vida, pero es lo cierto que dejó un hijo llamado Atau, que fue padre de Manco-Cápac, primer Inca.



Y sucedió que los descendientes de Guayanay habi­taron en una isla y allí estuvieron hasta que llegó la ocasión de ser descubiertos, porque el cacique Tome, hermano de Guayanay, que gobernaba los llanos y era señor (Shyri) de Quitu, mandó perseguir a uno de sus hijos por el delito de adulterio que se castiga­ba con la pena de muerte, y el perseguido se aven­turó con su gente al mar y llegó casualmente a la isla en que residía Atau. Por este incidente supo el cacique Atau como había mucha tierra firme por to­das partes y cerca de donde estaba. Y como Atau era ya viejo y murió muy pronto, acometió la empresa su hijo Manco - Cápac, al que acompañó el hijo del se­ñor (Shyri) de las tierras quiteñas o quitumbeñas, con su familia y vasallos, hasta el Titicaca.



Ciudad de Tumbes, Perú



miércoles, 16 de enero de 2008

LEYENDA DE QUITO

La Leyenda del Padre Almeida






Escape del Padre Almeida (foto malucy8)



Cuenta la leyenda que Manuel de Almeida Capilla, hijo de don Tomas de Almeida y doña Sebastiana Capilla, ingreso a los 17 años de edad a la Orden de los Franciscanos. Sus devaneos temporales tuvieron un punto final, cuando el Cristo de la Sacristía del Convento de San Diego, sobre el que se encaramaba para alcanzar la ventana por la cual escapaba a sus juergas nocturnas, puso fin con su famosa frase: ¡Hasta cuando Padre Almeida!.
Nuevamente enrumbado en las normas religiosas a las que se había comprometido, llego a ser Maestro de Novicios, Predicador, Secretario de Provincia y Visitador General de la Orden de los Franciscanos. Pero la historia de este personaje es mas larga y pintoresca, aparentemente ingresó al Convento de los franciscanos más que por una verdadera vocación, por un desengaño amoroso. Tan grande debió haber sido su decepción que decidió abandonar su vida ociosa y entrego todos los bienes que le correspondían por herencia a las otras dos mujeres de su vida: su madre y su hermana.



Sin embargo, el encierro y la oración hicieron poco para vencer sus ímpetus juveniles. Pronto la tentación llamo a su celda en la forma de un compañero de encierro que le converso sobre sus evasiones nocturnas para visitar a unas damiselas de la vida alegre que se prestaban a compartir sus encantos con los buscadores de aventuras.




Convento de San Diego, Quito



Así, una noche, con varios compañeros de la Orden, miembros de este grupo de "chullas quiteños" vestidos con sotanas saltaron el muro del Convento de San Diego al que pertenecían y fueron a una fiesta previamente concertada con una de las damiselas, que a pretexto de llegar a misa, se ponía en contacto con cualquiera de los frailes cuando pasaba el cepillo de recoger las limosnas durante la misa. Tomaron su ruta acostumbrada y se dirigieron hacia Santa Clara por la quebrada de Auquy, de allí hacia la esquina del "sapo de agua" donde se encontraba ubicada la casa donde les esperaba una noche de música, baile, parranda y algunos pecadillos inmencionables con las divertidas jóvenes que los esperaban.



Al empujar la puerta de calle, esta se abrió con facilidad, indicando que se los esperaba; y, con la confianza de quien llegaba a casa propia, los cuatro compinches ingresaron por el largo zaguán en dirección a una pieza del fondo, donde brillaban las luces de las velas de cebo con las que se iluminaban las habitaciones. Sin embargo, al llegar, se sorprendieron al encontrar que la habitación estuviese vacía, puesto que habían escuchado algunas voces y hasta el tañer de una arpa criolla, que evidenciaba que allí se celebraba una fiesta.



Sorprendidos, los novicios franciscanos se miraron unos a otros sin saber que hacer, cuando de pronto, de atrás de unos biombos que dividían la sala, saltaron sobre ellos un grupo de frailes dominicanos tomados de las manos de las señoritas de la casa que vestían sus mejores galas, burlándose de ellos por la cara de susto que pusieron ante semejante recibimiento. El arpa volvió a manos del cura dominico y se reinicio el baile y el festejo, entre risotadas, besos, manoseos y escapadas ocasionales de alguna damisela con cualquiera de los legos, a la misteriosa habitación que se trataba de ocultar con el biombo.



Manuel Almeida quedo fascinado con la aventura, sumado a que debido a su buen porte, saber pulsar la guitarra y tener una bien timbrada voz de tenor, logro conquistar los favores de las anfitrionas que se disputaban por colmarle de mimos. Y es así como empezó una sucesión de noches en las que la libido del joven aspirante a cura franciscano despertó, hasta convertirse en una fuerza incontenible que lo obligaba a escaparse del convento todas las veces que era posible, con o sin la compañía de sus primeros compañeros de juerga.



El invitado, Manuel Almeida paso a ser promotor de las escapadas; y, sus exigencias eran tantas, que los compañeros que lo iniciaron, preocupados tuvieron que romper su amistad por temor a ser sorprendidos. Una cosa era un pecadillo eventual, y otra, hacerlo todas las noches. Además, el cura superior que sospechaba de los desmanes de algunos de los miembros de la congregación, un día mando a que se elevase la altura de los muros del convento de tal manera que ya no era tan fácil escaparse.
. El novicio Manuel Almeida, obsesionado, busco la manera de salir de su encierro y se percato que podía lograrlo, saliendo por una ventana de la capilla. Pero, para alcanzarla debía utilizar la escultura de un Cristo Crucificado a manera de escalera hasta alcanzar sus hombros y saltar a la plazoleta fuera del convento. Pues bien, hecho el intento, logro conseguir su camino a la libertad y repitió la salida e ingreso en muchas ocasiones, hasta que, cansado el Cristo de servir de vía de escape al pecador, una noche, al sentir el peso del cuerpo del novicio sobre sus hombros, abrió sus labios y recrimino: ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA!.



Sorprendido al escuchar que el Cristo de madera le hablaba, con la rapidez de su ingenio el joven atinó a responderle: ¡HASTA LA VUELTA, SENOR..! y continuo su camino para volver a la madrugada, cuando los gallos empezaban a cantar en los patios del convento.'La noche siguiente se repitió la escena y el Cristo volvió e recriminar a Manuel Almeida ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA! Y la respuesta fue la misma ……!HASTA LA VUELTA, SENOR..!



San Francisco de Asís



Sin embargo, cuenta la leyenda, que una madrugada en la que se había pasado de tragos, el padre Almeida regresada al convento, cuando en el camino se encontró con un funeral que subía hacia el Cementerio y curioso pregunto a uno de los acompañantes quien era el difunto y la respuesta fue: "Es el Padre Almeida" al que llevamos a sepultar.



Efectivamente, al acercarse al andamio en que se solía llevar a los difuntos; y levantar la manta con la que se lo había cubierto, se vio a si mismo muerto lo cual le produjo un terrible impacto. Apresuro su paso, llego a la muralla del convento, la trepo con la agilidad que le había dado la practica; y, cuando se deslizaba abrazado al Cristo, este pronuncio su acostumbrada frase: ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA! pero no recibió la respuesta acostumbrada.



Cuentan que esa fue la última vez que Manuel Almeida escapo del convento. Desde ese día, se convirtió en el mas devoto de los novicios e inicio una carrera que llego casi hasta la santidad.

En el Convento de San Diego ha desaparecido un "Diario" en el que se dice que el Padre Almeida escribió sus memorias. Sin embargo, los quiteños insisten que entre las muchas obras que dejo para la posteridad, esta el villancico que se suele cantar en la época navideña y que dice:



Dulce Jesús mió
mi niño adorado
ven a nuestras almas
ven no tardes tanto.

Tomado del libro "Historias Quitenses" de Marco Chiriboga Villaquiran




THE LEGEND OF FATHER ALMEIDA





Cristo de la Sacristía del Convento de San Diego



According to legend Manuel de Almeida Capilla, son of Tomas de Almeida, and Sebastiana Capilla, joined the Franciscan Order at the tender age of 17. But his antics came to halt when the figure of the Sacristy Christ of San Diego Monastery, which he would clamber over to reach his window to freedom, exclaimed his famous phrase: “Until when, Father Almeida”
Once he had again resigned himself to the bows he had taken, Manuel Almeida went on to become the Master of Novices, Preacher, Provincial Secretary and General Visitor of the Franciscan Order. The story of this character is, however, much longer and more detailed.

Apparently he did not join the Franciscans out of a true vocation but rather due to a broken heart, so great was his heartache that he decided to give up his dissolute life and leave all the worldly goods he was to inherit to the two other women in his life; his mother and his sister.
Nevertheless, a cloistered life of prayer did little to tame his adolescent yearnings. Soon temptation came knocking on his cell door in the shape of a fellow monk, who told him of his nightly forays to visit young ladies of easy virtue who would unfold their charms to adventure-seekers.



Plano del centro de Quito, ruta del padre Almeida



Thus, one night, several monks of the Order, members of the group of "Quito lads", wearing their cassocks, jumped over the wall of San Diego Monastery and went "to a parry previously arranged by one of the lasses, who, on the pretext of coming to mass, would give messages to any of the monks when passing round the collection bowl. The young men took their usual route and made for Santa Clara, crossing the Auquy ravine and hurrying on to the "water frog" where stood the house which would greet them with a night of music, dancing, debauchery and a few unmentionable little sins with the fun-loving girls awaiting them.

The door opened to their touch – the sign that they were expected - and, feeling completely at home, the four companions crossed a long porch and made for a back room lit by the old oil candles that were used in those times. However, great was their surprise when they found the room empty, not least as they had heard voices-and even the strumming of a harp, a sure sign that a party was in full, swing.





Convento de San Diego, Quito



The amazed novice stared at one another, not knowing what to do, when suddenly, from behind one of the screens dividing the room, jumped out a group of Dominican monks hand in hand with the young ladies of the house, who were wearing their best dresses, and all made fun of the bewildered faces of the new arrivals. A Dominican monk picked up the harp again and the dancing was resumed, amidst laughter, kisses, fondling and the occasional disappearance of one of the girls with one of the clerics to the mysterious room half hidden behind the screen.

Manuel Almeida was thrilled with the adventure, and with his great height, his ability to play the guitar and his fine tenor voice; he became an instant hit with the ladies, who would fight to win his favor. And so began a succession of nights that aroused the libido of the young would-be priest, which soon turned into an uncontrollable urge leading him to escape from the monastery as often as he could, with or without his merry-making colleagues.

Manuel Almeida turned into the ringleader of the night flights and became so insistent that his original fellow party-goers grew concerned and broke off-their friendship for fear of getting caught. An occasional little sin was one thing, but going out every single night was quite another. To make matters worse, the assistant priest, who suspected something was going on, had the walls of the monastery heightened to prevent such escapes.



Novice Manuel Almeida, now obsessed, sought a new way to get out of his confinement and noticed that he could do so by climbing through one of the chapel windows. To reach this, he had to climb up the sculpture of the Crucified Christ until he stood on its shoulders and could then jump down into the square outside the monastery. All well and good, once he had discovered this new path to freedom, he repeated the procedure time and time again ...-until finally, one night, the Christ which was the sinner's escape route, feeling the novice's weight on his shoulders, opened his lips and exclaimed: "UNTIL WHEN, FATHER ALMEIDA?"
Astonished to hear words coming from the wooden Christ, the quick-thinking young priest oldly replied: "UNTIL I COME BACK, LORD!" and went on his merry way, only to return in the early hours as the cockcrows rang out in the monastery patios. The following night the same thing happened, with Christ once again reproaching Manuel Almeida "UNTIL WHEN, FATHER ALMEIDA?". And the latter's answer was the same as the night before: UNTIL I COME BACK, LORD !

Now the legend goes on to say that, one early morning, with a few too many drinks inside him.
Father Almeida was making his way back to the monastery when he came across a funeral procession winding its way up to the Cemetery, Out of curiosity, he asked one of the mourners who it was who had died and was answered with the words: "It's Father Almeida and we're on our way to bury him".





San Francisco de Asís



To be sure, when the young man approached the bier on which dead people were then carried and lifted up the sheet to see the man's face, he saw himself dead and was numbed with shock. He rushed home, deftly climbed up the monastery wall and slid down the body of Christ, who asked him the usual question: "UNTIL WHEN, FATHER ALMEIDA?". However this time the statue did not get the usual reply.

According with the legend this was the last time that Manuel Almeida slipped out of the monastery. From that very day he became the most devote of novices and embarked on a religious career that almost earned him sainthood.
In the Monastery of San.Diego what has disappeared is a "diary" in which Father Almeida allegedly wrote his memoirs. Nonetheless the people of Quito assure us that one of the many works the priest left for posterity is the Christmas carol which goes:



Dulce Jesús mío ........................................Sweet Jesus of mine
mi niño adorado.........................................My adored child
ven a nuestras almas................................Come into our souls
ven no tardes tanto. ............................... Come, don't take so long.

Taken from the book "Historias quitenses" by Marco Chiriboga Villaquirán

jueves, 10 de enero de 2008

PROFECIA DEL RETORNO

El Encuentro del Cóndor y el Águila






Cóndor de los Andes (foto Joaquín Antunes)





Hace miles de años, cuándo el ciclo esencial de vida comenzó, Pachakamak (Dios de Tiempo) creó a IntI (el sol) y a Quilla (la luna) y dio a luz a los Runas, los “seres humanos” de este continente. En este nacimiento surgió el Cóndor en el sur y el Águila en el norte, sus espíritus enriquecieron continuamente las venas de los Runas de toda América.

Y el Cóndor y el Águila unieron sus lágrimas desde el Janan Pacha (el cielo) hasta el Ucu Pacha (la tierra interna). Fuera de esta unión quedó la América Central. En este pedazo de la tierra fue concentrada la sabiduría del Cóndor y el Águila. Tiempo después nuevas naciones se desarrollaron, cuyos habitantes tuvieron la capacidad de sembrar tierra en medio del gran Océano y se convertirla en lo que hoy es el centro de las dos Américas.
Pero los runas tuvieron que pasar por situaciones difíciles, una de éstas fue el dividir sus naciones en cuatro partes. Después de que esta tragedia sucediera, los Willak Umus (profetas) instruyeron a sus sabios en crear las profecías que orientarían y se enseñarían a nuestra gente actual. Estas profecías enseñarían a las naciones indias a mantenerse fuertes, unidas y sobre todo a buscar los senderos más apropiados para su liberación.

Así, el principio de la liberación estaría simbolizado por diversas profecías, una de las cuales constituye la unión de las lágrimas del Cóndor y el Águila, La unión de estas lágrimas podría cauterizar nuestras heridas y fortificar nuestro espíritu, nuestro cuerpo y nuestro pensamiento. El Gran Espíritu abriría surcos y en cada surco regaría su semilla, y a cada paso se crearían batallones que descubrirían sus pechos para defender a los runas de los puñales del enemigo,
Ellos juntarían sus manos para eliminar la opresión, la explotación y la injusticia, y escribirían en la inmensa página del cielo, la palabra sagrada de la libertad.

La unión del Cóndor y el Águila, según la profecía, debe ocurrir en este nuevo siglo.
Esta nueva quinta centuria nacerá con un nuevo espíritu y este unirá otra vez las naciones indias del Norte, del Centro y de Sudamérica.



Versión anónima




The Encounter of the Condor and the Eagle








Aguila Calva (foto fondos animados)



Thousands of years ago, when life's vital cycle began, Pachakamak (God of Time) created IntI (the sun) and Quilla (the moon) and gave birth to the Runas, the people of this continent. In this birth emerged the Condor In the south and the Eagle In the north, their spirits continually enriching the veins of the Runas of this continent.

The Condor and the Eagle join their tears from Jahan Pacha (the sky) to Ucu Pacha (the underground). Out of this union sprang Central America. In this piece of earth was concentrated the wisdom of the Condor and Eagle. New nations developed, whose inhabitants had the capacity to sow the earth In the middle of a great ocean and convert it into what is today Central America.






Cóndor (foto Claudio Nuñez)


These people had to pass through difficult situations, one of which was the splitting of its nations into four parts. After this tragedy the Willak Umus (prophets) instructed their wise ones to create prophecies that would orient and guide our peoples. These prophecies would teach the Indian nations to maintain themselves solid, united and above all, to search for the most appropriate paths for their liberation.


The beginning of the liberation of the Indian people would be symbolized by different prophecies, one of which is the union of the tears of the Condor and the Eagle, The union of these tears would cauterize our wounds and fortify our spirit, body and thoughts. The Great Spirit would open furrows and in each furrow would water its seed and, in each step would spring battalions who would bare their chests to fend off the daggers of the enemy, They would reach out with their hands to erase oppression, exploitation and injustice, and they would write on the huge page of the sky, the sacred word of liberty.


The union of the Condor and the Eagle, according to the prophecy, should occur in this century. The fifth century wiII be born with a new spirit This new spirit will unite once again the Indian nations of North, Central and South America.



Anonymous.

miércoles, 2 de enero de 2008

MITO DE CREACIÓN




ÑAWPA-RIMAY

(LA MEMORIA MITICA)


El cosmos foto de vedaveda.com


Cuentan los abuelos que en Ñawpa-Pacha todo era el vacío. Solamente Atsil-Yaya vivía junto a Sami-Mama. No había nadie más que ellos. La obscuridad reinaba.



Los espiritus


Atsil-Yaya pidió a Sami-Mama acostarse con él. Se unieron como marido y mujer y Sami-Mama quedó embarazada. Así nacieron los Aya, los Duendes y Pacha-Mama. Cuando Pacha-Mama nacía, Atsil-Yaya sopló e hizo sonar su caracola y todo empezó a amanecer.





La energía, foto de Sanama



Pacha-Mama creció, se convirtió en una mujer y su vientre también empezó a crecer, porque ella nació embarazada. Cuando llegó el momento de nacer, de su vientre salió el agua y en medio del cielo lleno de rayos y truenos, nacieron el sol, la luna, las estrellas, las piedras, la tierra, el fuego, los cerros, el huracán, las plantas, los animales, el arco iris, el viento, el hombre, la mujer y todo lo que existe. Todo lo que Pacha-Mama había parido estaba vivo, mas todo estaba al revés, todos los seres pensaban y hablaban igual que nosotros, los humanos.




Latierra, foto de un.org.ec



Al ver que todo estaba al revés, Atsil-Yaya, Sami-Mama y Pacha-Mama, poco a poco fueron creando los diferentes sonidos y lenguajes para los animales y las cosas, es por esto que los runas perdimos el poder y el don de entenderlos...


Basado en Luis Enrique "Katsa" Cachiguango, indígena imbaya



Ñaupa-Rimay = Memoria del pasado o mítica. Ñaupa-Pacha = Tiempo pasado o mítico. Yaya = padre, la inmensidad masculina. Mama = madre, la inmensidad femenina. Pacha-Mama = Universo, cosmos. Aya = espíritu, energía, fantasma, muerte. Runa = ser humano.