jueves, 21 de enero de 2010

EL DANZANTE

EL DANZANTE DE PUJILÍ




El Danzante, Tushug, o “Sacerdote de la lluvia”, baila de gozo por la cosecha del maíz mediante ritos de guerra en honor al Inca o Cacique principal.

A manera de esclavo, el Danzante rendía culto con sus brazos y su rítmico baile, al cóndor de los Andes. Portaba en su mano diestra una planta de maíz, costumbre transformada en la Colonia mediante el uso del Alfanje.

Tienen a su servicio al Humacuida, quien complace al danzante en todos los caprichos y carga la pesada cabeza cuando el danzarín se agota. Provistos de suntuosa indumentaria en la que sobresalen la cabeza, el tajalí y la ropa blanca que son los valuartes de la fiesta, que se celebra en el cantón de Pujilí, en el Inti-Raymi o Fiesta del Sol.




Cuentan los abuelos, que cada Inti-Raymi a la salida del sol se encontraba frente a la iglesia de Pujilí, un fabuloso danzante, con su lujosa vestimenta bailando en agradecimiento al padre Inti, por las cosechas recibidas de la Pacha-mama. Este agradecimiento lo realizó por años, y luego fue convertido, en memoria de las costumbres ancestrales, en una fiesta con muchos integrantes más. Cada año se celebra el Inti-Raymi en la ciudad de Pujilí, donde su personaje principal es ¨El Danzante¨.

El baile del Danzante proviene de Anta Citua y Cápac Citua de los Incas, el primero se lo realizaba en Julio y el segundo en Agosto, ambos eran la expresión de juegos, figuras militares, manifestaciones solemnes, poderosas y brillantes de los mismos guerreros, con sus armas durante el baile.

Si quieres más información :

miércoles, 13 de enero de 2010

LEYENDA DE TERROR

EL TREN NEGRO


(Mario Conde, Cuentos ecuatorianos de aparecidos).


En el límite entre la provincia de Tungurahua y Cotopaxi, cerca de Salcedo, está la laguna de Yambo, que tiene sus aguas verdosas, lo que no permite mirar más de un metro de profundidad.
Se cree también que la laguna esta encantada, allí se hundió un tren del cual nunca se halló rastro alguno ni de los pasajeros tampoco.

Cuentan los moradores del sector que por la vía férrea que bordea peligrosamente las peñas sobre la laguna, corría un tren viejo, tan viejo y herrumbrado que parecía ser de color oscuro. La gente lo llamaba el tren negro.
Laguna de Yambo (Ecuador)

Un Viernes Santo mientras hacía el recorrido de la tarde desde Quito hasta Riobamba, la locomotora tuvo que detenerse a la mitad del trayecto. Había llovido en la provincia de Cotopaxi y un gran derrumbe tapaba la vía. Los ferroviarios trabajaron el día entero para despejarle y solo cuando oscureció, los pasajeros se pudieron acomodar en los vagones y reiniciar la marcha.
El tren negro pasó pitando por Salcedo antes de las once de la noche; pero al llegar al sector de Yambo, donde los aguaceros habían arrastrado gran cantidad de lodo hacia los rieles, ocurrió el descarrilamiento con un rugido estruendoso. Los pasajeros, que dormían fatigados, despertaron al sentir que la máquina se precipitaba al vacío. Algunos alcanzaron a implorar a Dios por la salvación de sus almas. Otros pidieron perdón por ofender a Cristo al viajar en día santo.

El tren dejó escuchar su estrepitoso silbato en medio de la noche; como un monstruo agonizante cayó y se hundió en las aguas de la laguna sin fondo.

Debido a que nunca se encontró rastro alguno se cree que todos los ocupantes perecieron.
Ellos se volvieron parte de la leyenda: cada Viernes Santo, a las doce de la noche, si uno pasa por la carretera hacia Ambato escuchará el espantoso silbato del tren negro, acompañado por los gritos de las almas condenadas que penan en el fondo de las aguas.

viernes, 1 de enero de 2010

LEYENDA QUITEÑA

Lagartija que abrió la calle Mejía


Fuente: Luciano Andrade Marín.



Cuenta la historia que más o menos por los años de 1878, en lo que hoy comprende las calles de Olmedo, Guayaquil y Flores existía ahí el convento de los padres agustinos, un edificio muy antiguo de estructura débil.


En la parte trasera del convento existía un huerto, que no producía más que maleza en él no existía ni frutos o verduras y no tenía ninguna utilidad ni para los agustinos mucho menos para la población cercana.


La estructura del convento como estaba un poco débil por los diferentes terremotos de los años de 1660, los agustinos decidieron construir en su parte trasera un muro que sostenga al convento. Este muro tenía la forma de un triángulo, y los agustinos decidieron ponerle el nombre de Cucurucho de San Agustín, es de ahí de donde nace el término de Cucurucho de San Agustín que más tarde le dará diferente significado la sociedad. La base de este muro se encontraba en la huerta del convento.


En 1878, Andrade Marín un ciudadano interesado por el desarrollo de la Cuidad decide postularse para Concejal de Quito y logra su propósito, y basándose en las ordenanzas de la ciudad decide emprender un plan de perfeccionamiento y mejoramiento de algunas obras como fue la ampliación del alcantarillado y la implementación de rejas de hierro en el camino que llevaba al cementerio de San Juan. En todo este proyecto de mejora y progreso se encontraba la idea de la creación de la Plaza Marín, pero para esto debía realizar algo casi imposible de efectuar como fue la ampliación de la calle Mejía que baja desde San Juan y llegaba hasta ese momento hasta los predios del convento de los Agustinos.


Ante esto Andrade Marín, decide acercarse donde la padre encargado del convento y le cuenta su idea y le pide que le permita atravesar la calle por la huerta y así poder concluir con su obra.
Pero el padre Connetti le contesta con una negativa y le dice que vaya ha realizar sus obras en otro lado pues él no le permite hacer nada de eso.




Calle Mejía-Quito


Andrade Marín insiste al padre encargado alegando que esa huerta no tiene ninguna utilidad y más bien puede suceder que sirva de guarida para las alimañas y lo más seguro es que estas suban a los dominios de alguna persona, pero siempre las respuestas del padre fueron negativas.
Luego de un mes sin previo aviso el padre manda a llamar a Andrade Marín de suma urgencia. Marín se dirige de inmediato y el padre le esperaba con una sorpresa. Le dice que le autoriza realizar la ampliación de la calle y todo lo que el quiera hacer. Marín sorprendido por el cambio repentino del padre le pregunta el por qué se su cambio de respuesta.


El padre le contesta que la noche anterior justo al irse acostar, levantó las cobijas y vio en la almohada de su cama una lagartija y entendió que esa sabandija era un anuncio.


Es por eso que de ahí Quito cuenta esta leyenda de la lagartija que abrió la calle Mejía.