Ilustración Gabriel y Paola Karolys
En un palacio de jaspe, mármol, plata y oro, en las profundidades del cerro Santana, en Guayaquil, vive el Hada de Santana.
El hada es una princesa, hija del cacique de un pueblo guerrero que vivió en tiempos anteriores a los huancavilcas.
En aquella época y deseando enriquecerse, el cacique conformó un ejército poderoso y despiadado, que en busca de tesoros conquistó y exterminó a muchos pueblos vecinos.
Gracias al saqueo edificó un palacio magnifico en la cúspide del cerro, a cuyo pie, tiempo después, Huayna Cápac mandó construir una calzada, precisamente en el lugar en que mas tarde los españoles fundaron la ciudad de Guayaquil.
Un día la hija del cacique enfermó gravemente. Su padre, preocupado, mandó a llamar al mejor chamán o brujo del reino, a quien ofreció abundantes riquezas si la curaba, pero el brujo comprendió que la única manera de lograr que la muchacha sanara, era que el cacique devolviera las riquezas robadas a los pueblos que había conquistado; de lo contrario la princesa moriría.
El brujo obligó al Rey a escoger entre su riqueza y la vida de su hija. El cacique, lleno de avaricia, optó por su tesoro al mismo tiempo que intentó matar al brujo para que acompañara a su hija en la otra vida. Sin embargo, el chamán desapareció furioso y se convirtió en humo, al mismo tiempo que maldijo al cacique a vivir con sus pertenencias, palacio e hija en las entrañas del cerro de Santana, hasta que algún individuo pueda romper el hechizo.
Para que se cumpla su maldición, el chamán permite salir de su reclusión a la princesa cada 100 años con la finalidad de persuadir a un hombre para que la escoja, una vez que se le pida elegir entre ella y el tesoro del cacique.
Ilustración Gabriel y Paola Karolys
De está manera, la princesa sale cada siglo en busca de su liberador, vestida con finos trajes de seda, el cabello suelto, luciendo un collar de piedras blancas y una varita de plata coronada por una hermosa piedra roja.
Una leyenda cuenta que en una ocasión, la princesa se le apareció a un arruinado teniente español y lo condujo al interior del cerro para mostrarle las riquezas que guardaba el palacio oculto y pedirle que escoja entre el tesoro o ella. De decidirse por ella, la princesa le prometió al soldado ser su mujer e inseparable compañera, hacerlo feliz y llevarlo a un mundo de dulzura y alegría después de la muerte; sin embargo, el codicioso español prefirió el tesoro.
Ante tal elección el cacique hechizado saltó en furia y decidió castigar la ambición del soldado, deteniendolo con ellos en su palacio para que sufra la pena de vivir sin estar vivo. En ese momento el español se invocó a Santa Ana y de forma misteriosa fue sacado de dicho lugar y depositado en los exteriores del cerro.
A partir de entonces el cerro se llamó Santana y el soldado mandó a colocar una inmensa cruz en su cúspide corno agradecimiento a la santa.
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