martes, 16 de septiembre de 2008

LEYENDA DE GUAYAQUIL

Hada de Santana
Versión: Manuel Espinoza Apolo

Ilustración Gabriel y Paola Karolys


En un palacio de jaspe, mármol, plata y oro, en las profundidades del cerro Santana, en Guayaquil, vive el Hada de Santana.
El hada es una princesa, hija del cacique de un pueblo guerrero que vivió en tiempos anteriores a los huancavilcas.
En aquella época y deseando enriquecerse, el cacique conformó un ejército poderoso y despiadado, que en busca de tesoros conquistó y exterminó a muchos pueblos vecinos.
Gracias al saqueo edificó un palacio magnifico en la cúspide del cerro, a cuyo pie, tiempo después, Huayna Cápac mandó construir una calzada, precisa­mente en el lugar en que mas tarde los españoles fundaron la ciudad de Guayaquil.
Un día la hija del cacique enfermó gravemente. Su padre, preocupado, mandó a llamar al mejor chamán o brujo del reino, a quien ofreció abundantes riquezas si la curaba, pero el brujo comprendió que la única manera de lograr que la muchacha sanara, era que el cacique devolviera las riquezas robadas a los pueblos que había conquistado; de lo contrario la princesa moriría.
El brujo obligó al Rey a escoger entre su riqueza y la vida de su hija. El cacique, lleno de avaricia, optó por su tesoro al mismo tiempo que intentó matar al brujo para que acompañara a su hija en la otra vida. Sin em­bargo, el chamán desapareció furioso y se convirtió en humo, al mismo tiempo que maldijo al cacique a vivir con sus pertenencias, palacio e hija en las entrañas del cerro de Santana, hasta que algún individuo pueda romper el hechizo.
Para que se cumpla su maldición, el chamán permite salir de su reclusión a la princesa cada 100 años con la finalidad de persuadir a un hombre para que la escoja, una vez que se le pida elegir entre ella y el tesoro del cacique.


Ilustración Gabriel y Paola Karolys


De está manera, la princesa sale cada siglo en busca de su liberador, vestida con finos trajes de seda, el cabello suelto, luciendo un collar de piedras blancas y una varita de plata coronada por una hermosa piedra roja.
Una leyenda cuenta que en una ocasión, la prin­cesa se le apareció a un arruinado teniente español y lo condujo al interior del cerro para mostrarle las riquezas que guardaba el palacio oculto y pedirle que escoja entre el tesoro o ella. De decidirse por ella, la princesa le prometió al soldado ser su mujer e inseparable compañera, hacerlo feliz y llevarlo a un mundo de dulzura y alegría después de la muerte; sin embargo, el codicioso español prefirió el tesoro.
Ante tal elección el cacique hechizado saltó en furia y decidió castigar la ambición del soldado, dete­niendolo con ellos en su palacio para que sufra la pena de vivir sin estar vivo. En ese momento el español se invocó a Santa Ana y de forma misteriosa fue sacado de dicho lugar y depositado en los exteriores del cerro.
A partir de entonces el cerro se llamó Santana y el soldado mandó a colocar una inmensa cruz en su cúspide corno agradecimiento a la santa.

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