miércoles, 4 de junio de 2008

LEYENDA DEL TENA

EL NIÑO DEL ILA


Municipalidad del Tena



Rio Jatun Yacu (imagen Panoramio.com)



A orillas de Jatun yacu existía una comunidad cuyo nombre se llevaron los lluviosos inviernos. Sus moradores vivían de la caza y la pesca.
Lisa, como cuando florecen los chucos, se habrá convertido en una hermosa joven. Abel, su vecino y compañero de correrías infantiles, puso sus oscuros ojos en ella. Era el despertar del amor.


El tiempo pasó disparando sus virotes en los días soleados. Abel bajaba todas las tardes al río con el pretexto de pescar. Allí se hallaba Lisa con un puñado de ropa junto a una piedra de lavar. El amor fue tomando la dimensión de una correntada. Toda la comunidad, a excepción de los padres, conocía del romance. Y sucedió lo que suele ocurrir cuando los amores son fuertes y verdaderos. Un atardecer, al pie del inmenso árbol de ila unieron sus cuerpos con el pegamento de amelcochadas ilusiones.


Una mañana Abel, desafiando la creciente del río, trató de cruzarlo en una endeble quilla. Las aguas estaban turbias. Bajaban árboles y ramas entrelazadas de espuma. Remero y embarcación desaparecieron en un remolino.



Imagen: bp1.bloger.com


Lisa se desconsoló ante la magnitud de la desgracia. Lloró con desgarradores lamentos. El río fue su confidente y el árbol de ila su apoyo y su sombra La soledad enflaqueció su cuerpo. La muchacha llevaba en su vientre una nueva vida.
Cuando ya no pudo ocultar su embarazo subió al árbol de hila y se lanzó al vacio desde unos diez metros de altura.
Una vecina que madrugaba al río encontró el cuerpo flaco y frío de Lisa cubierto de hojas y arena.
En las noches, cuando los solitarios transeúntes cruzan el lugar, escuchan nítidamente la voz de Abel pidiendo ayuda mientras un niño, al pie del ila, llora desnudo.

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