martes, 9 de diciembre de 2008

LEYENDA DEL TENA

EL PUMA DE VERDE YACU
(Municipalidad del Tena)


Se sabe, por lo que cuentan los viejos, que por la cordillera Napo Galeras los pumas tenían sus guaridas y, desde allí amenazaban diariamente a las comunidades aledañas. Una noche, por las cabeceras del Jatun yacu, apareció uno de estos felinos gigante y batallador. Muerte, destrucción y llanto eran los rastros que dejaba a su paso. Nadie se atrevía a salir de su choza. Los que lo hacían iban en grupos compactos, fuertemente armados, mirando a todos los lados.
Pese a esto, un temerario joven nativo, hijo del anciano brujo del sector, luego de haberse preparado durante varios meses, bajo la mirada atenta y severa de su padre, salió resueltamente a la selva para dar caza al puma.
Cuando había recorrido varias jornadas hacia el oeste, muy cerca de Galeras, allí donde nace el Verde yacu, sobre una roca, con ojos hinópticos, estaba el asesino. Un frío sepulcral le recorrió el cuerpo. Retrocedió despacio e invocó la ayuda de los espíritus y de sus antepasados bebió, sin perder de vista al animal, una pócima que traía consigo y ... oh! prodigio. Un valor venido de allende la cordillera se engendró en su cuerpo, y así, con decisión ciclópea se dispuso a enfrentar a la fiera..


El gigantesco puma lo persigue. El joven se desliza veloz por desfiladeros, salta barrancos y se arroja a las profundidades de los cañones. De pronto se encuentra en un callejón sin salida. Las paredes son altas y perpendiculares. A duras penas logra trepar a una minúscula saliente. El puma le lanza escandalosos zarpazos. Su descomunal rugido provoca una avalancha de piedras que lo sepultan para siempre.
El joven retorna al hogar y da a conocer su intrépida hazaña. La leyenda dice que cuando la gente va al Verdeyacu a buscar oro, espesas nubes cubren la zona. El día se convierte en noche. Llueve. Crece el rio. Abajo... lejos... en el encañonado se escucha el rugir de un puma. Muchos se asustan y se retiran respetuosamente del lugar.
Es el territorio del puma, donde la realidad y la leyenda se unen junto a los lavaderos de oro.

lunes, 1 de diciembre de 2008

LEYENDA DE TERROR

PUCHO REMACHES

Versión: Manuel Espinoza Apolo


Ilustración Gabriel y Paola Karolys

Pucho Remaches fue el nombre de una familia posadera; dueña del tambo de Mojanda, situado en la mitad del antiguo camino entre Quito y Otavalo.
Los Remaches solían asesinar a las personas que pedían posada y se alojaban en el Tambo. Sobre todo a las que llegaban solas, decían no tener familia o a nadie que los esperase en el lugar de su destino.



Una vez que mataban a los huéspedes, los perver­sos se quedaban con sus pertenencias, y con sus cuerpos preparaban fritada, famosa por su exquisito sabor.
Sin sospechar nada acerca de su origen, este apetecido plato era degustado por los viajeros que recorrían dicho camino; las familias que con ese único propósito subían a Mojanda; o los habitantes de Otavalo cuando los Remaches llevaban la fritada a dicha ciudad para venderla.
Su crueldad la descubrió casualmente un hombre solitario que, en una noche, al no poder conciliar el sueño, escuchó a los esposos Remaches su intención de asesinarlo y de elaborar fritada con su cuerpo.

Ante esta situación el aterrado huésped se ocultó debajo de la cama mientras uno de los Remaches afila­ba el hacha para decapitarlo. Debajo del catre encontró un cadáver al que subió a la cama colocándolo en su reemplazo. Gracias a la oscuridad, los Remaches no pudieron darse cuenta del engaño, descargando el hacha sobre el que ya estaba muerto.


Este ardid permitió al viajero escapar a la ciudad de Otavalo, en donde dio aviso de lo que había vivido. Con dicha información, días más tarde, las autoridades capturaron a los Remaches y los fusilaron en la plaza central de Otavalo, ante la presencia del pueblo, los in­dígenas de los alrededores y de sus dos tiernos hijos.