LA PASTORA Y EL CONDOR
Basado en Mitologías de Antonio Ante, por Juan C. Morales.
Cuentan los abuelos que hace mucho tiempo, existió una pastorcita que al nacer el sol iba junto con su fiel perro, llevando el rebaño hacia la montaña. Cuando la pastorcita era ya una hermosa jovencita de ojos nítidos, un Cóndor se sintió atraído por ella y esperaba en una quebrada para cortejarla.
¿Lindo día para pastar a las ovejas, pastorcita?- preguntó el Cóndor.
Sí, dijo la joven sin ruborizarse.
¿Debes tener el mismo peso que las ovejas?, exclamó el Cóndor en tono zalamero.
No te burles de mi - respondió y lo miró de reojo.
El Cóndor se acercó y trato de levantar a la pastorcita, asiéndose de su chalina. Al inicio hubo resistencia pero al fin la inmensa ave la alzó con sus garras. Una vez que la colocó a su espalda se levantó en un vuelo rápido, desplegando sus enormes alas. Desde abajo, el compañero de la pastorcita, su perro, miró un punto en el cielo y comenzó a aullar, mientras el viento llegaba desde el páramo.
Aullando recogió el rebaño y aullando llego hasta la casa de los padres de la pastorcita. Y fue aullando que guió a los padres por las montañas para buscar en los impenetrables riscos el refugio de los cóndores. El tiempo paso y no encontraban a la pastorcita, hasta que una mañana, el perro se acercó a un despeñadero. Abajo se encontraba ella, su ama que lo reconoció. Empezó a aullar lastimeramente hasta que llegaron los padres de la pastorcita, quienes la ayudaron a salir soltando sogas. El Cóndor no estaba, había salido por alimentos.
Cuando la magestuosa ave regresó y no encontró a la pastorcita, llamó desesperadamente a sus hermanos cóndores para que le ayudaran a recuperarla. A la pastorcita le habían crecido vellos que sus familiares limpiaban con esmero. Cuando el Cóndor llegó a reclamarla, ella ya no era la misma. Había vuelto a su antiguo estado, una hermosa joven de ojos cristalinos. Los cóndores se alejaron volando y con ellos uno que regresaba triste.
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