miércoles, 12 de marzo de 2008

LEYENDA DE CUICUNO


EL SEÑOR DEL ÁRBOL



Vista del Santuario del Señor del Árbol en Cuicuno


En torno a la devoción del Señor de Cuicuno o Señor del Árbol, que data de alrededor del año 1640, se han tejido leyendas que se han fortalecido en la gente del lugar por medio de la tradición oral de generación en generación.

Cuentan los ancianos que la loma de Cuicuno, en los dos primeros siglos de la colonia, era solamente un pajonal. Aquí llego a tener una propiedad de dos caballerías un comerciante originario de Guápulo, cuyo nombre era Domingo Barahona, casado con Feliciana Bilbao. El precio de la pro­piedad era de dos pesos y medio. Una vez adquirida, el propietario se radicó en este lugar; construyó su choza de vivienda con el anhelo de convertirla en fructífera estancia. El pajo­nal que había comprado carecía en absoluto de árboles; pero en las faldas de los Ilinizas había hermosos bosques de quishuar. Allá viajo Domingo para conseguir unas plantas de este árbol, que luego las sembró en su propiedad.


De su siembra, unos murieron; pero algunos crecieron frondosos, cambiando el panora­ma de su estancia. Con estos árboles tenia leña en abundancia para los menesteres de la cocina. Cuando casi ya había talado todos, muy cerca de la casa le quedo el mas corpulento y frondoso, que conservo a propósito. Junto a los cultivos y a la sombra del quishuar tenía un hermoso rebaño de ovejas para el sustento de su familia.

Un día constato sorprendido que algunas de sus ovejas habían desaparecido del redil. De inmediato pensó que su propiedad estaba fichada por ladrones. Como el quishuar reservado era corpulento y frondoso, pensó que servía de escondite para los ladrones y resolvió derribarlo, muy a pesar suyo.




El Señor del Árbol de Cuicuno



Una tarde un hombre desconocido le saludo en su casa y desapareció enseguida. Domingo se dijo a si mismo: "ese debe ser el ladrón". Salio para perseguirlo, pero no lo encontró. A su retorno resolvió definitivamente derribar el quishuar. Cuando de un hachazo desgajo una de sus mas gruesas ramas que crecía a poca altura del suelo, entre admiración y espanto vio que de la herida salía sangre. An­te esta visión Domingo quedo estupefacto y co­rrió a Saquisilí para avisar al sacerdote misionero. El misionero vino al lugar y, luego de constatar lo que había aseverado Domingo, ordenó mantener el árbol durante algún tiempo más. A lo largo de algunos meses fue asomando poco a poco la imagen de Señor.

Basado en folleto de la Historia y Novena del Señor del Árbol de Ciucuno

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