http://buhoandino.blogspot.com/2008/01/serie-mitologia-ecuatorial_31.html
El Dios Ñañe llegó a una quebrada en forma de una piedra blanca y grande, como huevo.
Desde el interior de aquella piedra salían unos sonidos que parecían el piar de un pájaro. Aquel huevo fue encontrado por las dos hijas de Hueapau, el hombre más antiguo. Las muchachas tomaron la piedra en forma de huevo y la llevaron hasta su casa. Allí colocaron la piedra blanca en una olla nueva. En un par de días escucharon el llanto de un niño. Allí nació el dios Ñañé.
Durante su juventud Ñañé vivió con la familia que lo adoptó como hijo. A medida que crecía, el semblante del joven era cada vez reluciente y bello.
Solía salir a caminar y se llegaba hasta donde los hombres se encontraban trabajando la tierra, los ayudaba y realizaba prodigios: hacía que lo que sembraban creciera inmediatamente. También salía de cacería, poseía sus armas de caza. Siempre que iba al monte volvía con carne para sus familiares. Todos vivían bien.
Ñañé era amable y constantemente buscaba cómo ayudar a los otros para que no sufrieran. Quería facilitar las cosas para los hombres. Siempre estaba adornado y bello. Observando sus hazañas y el modo en que se veía la gente decía: -"Este no es una persona como nosotros. Es Ñañé. Así decían.
Comunidad Secoya
Cuando ya tuvo más edad pensó en buscar una mujer para que fuera su compañera.
Danta
http://www.babab.com/no05/ramon_piaguaje.htm Pintor Secoya
Danta fue como dios pero se quedó en la tierra para que los hombres pudieran comer. El otro dios, Mujué, el Trueno, fue esposo de Rutayo y murió a manos de Ñañé quien después de las referidas luchas se fue al cielo. Antes de marcharse definitivamente dijo que la tierra estaba llena de malicia, mortandad y problemas y que nunca más volvería a ella.
¿De dónde salía la tapada? Nunca se supo; pero el trasnochador de doce y pico que se entretuviese por alguno de los callejones, de Alonzo o la Cruz, del Ahorcado o la Valeria, el Descomulgado o la Curtiembre, por Chíguere o la Encrucijada, y pasando las ruinas de la Muralla por donde hoy es Junín, tomase hacia el Bajo, de seguro que el rato menos pensado tenía andando delante de sí, a dos varas invariables, siempre como al alcance de la mano pero nunca alcanzable, a una mujer de gentilísimo andar, cuerpo esbeltísimo, y que aunque siempre cubierta la cabeza con mantilla, manta o velo, revelaba su juventud y su belleza y a cuyo paso quedaba un ambiente de suavísimo perfume a nardos o violetas, reseda o galán de noche.
Todo galanteador, fuese viejo verde o joven sarmiento, sentíase irresistiblemente atraído y como medio anímicamente inspirado para dirigirle los piropos. Y ella delante y él detrás, camina y camina, sin que ella alterara su ritmo; pero sin dejarse nunca alcanzar ni disminuir la distancia de una vara a lo sumo; pues bajo no se sabía qué influencia, el acosador no podía avanzar a franquear esa distancia.
Y camina, camina, la damita cruzaba célebre con la pericia de una buena conocedora de los vericuetos, siempre por callejones y encrucijadas, sin franquearse a calles anchas. Zas... zas... las almidonadas de su pollera unas veces. Suas... suas... suas... suas... los restregos de sus sayas de tafetán otras, pues nunca se repetían sus trajes, salvo la manta o el velo.
Sólo pequeños esguinces de su gallarda cabeza, como animando a seguirla; sólo algo así como el eco imperceptible de una ahogada sonrisa juvenil, eran los acicates del galán que se empecinare en seguir a caza tan difícil. Y cosa curiosa: a su paso los rondines dormían, si alguno estaba en la calle; y nadie que viniere de frente parecía verla; la visión era sólo para el persecutor; que ya perdida la cabeza y el rumbo, seguía inconsciente, hipnotizado, cruzando callejas y callejas sin saber por dónde ni hacia dónde le llevaba su curiosidad y el irresistible imán que lo precedía.
foto Flickr
El que no alcanzaba a ver esto, allí quedaba, paralizado y tembleque, pelipuntiparado, sudorifrío y baboso, loco o muerto... Sólo el que había visto a la TAPADA podía adquirir el rumboso título de TUNANTE...
Y agrega la leyenda que el alma en pena era de una bella que en vida había abusado del comercio de la carne, sin ser carnicera.